jueves, 29 de abril de 2010

In-Agur-Ración

Ser ácrata es, cuanto menos, arriesgado. Ser ácrata de uno mismo es todo menos un cuento. Dudar, indudable ejercicio de escepticismo por cierto, hasta de la legitimación de uno mismo, es una insana práctica que ofrece más decepciones que alegrías: Extranjero en tu propia casa y con el pasaporte caducado, y vete tú a saber si aun pudiendo por la mínima conseguir un visado, no va un volcán bien emplazado a joderte la faena, y te las vas a ver con un Bella Ciao que retumbaría en las puertas del Averno, quedándote en las mismas que un cualquiera de andares machadescos. Y es que hoy día está muy de moda eso del: entra tú, no, entra tú, no, entra tú, pues mire Señora, que yo voy a entrar aunque la persiana esté echada y a mi no me las dan con queso, que de ratones y otros roedores está el mundo lleno, pero yo lo que se es ladrar. y de morder, al igual que de la economía de la región no hablo, porque ya lo deja bien clarito el refrán y porque no pienso permanecer aquí más de lo necesario. Pero ya está bien con la autodefinición de los ovarios, y váyase Usía, cachorro de letrado, a comerse un par de mozas en celo al son de un par de decenas de soles(apagados) y síes(en estricta negación)

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