viernes, 28 de mayo de 2010

Sr Azul

Golpeábamos el pasado obstinados en líneas de fábula con animales bípedos y extremadamente bipolares. El tributo a la luna era el uniforme con el que bebernos los pesares, y su eco, en forma de estrellas, la melodía que acompañaba el entrechocar de manos o de labios, la disyuntiva de cada jueves, viernes, sábado, domingo y todo eso que ya sabéis, indiferente a la realidad y solo esclava del trackback que resonase en nuestras mentes. Residía, no obstante, en este infinito de despropósitos, virtud. Virtud en el momento de entrega, cuando sabíamos decir basta, observa, detente y disfruta, en esencia, pasaporte al liricismo del instinto. Pero virtud, había también en el desenfreno, la pasión, el fuego del instante, la candidez, la ceguera y demás conceptos que en el momento, carecían de razón de ser, pues una mera ojeada, habría bastado para desvirtuar el momento. Virtud, definitivamente, llave del nihilismo de nuestra alianza.

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